23 March, 2015

Una relación es frecuencia. La frecuencia con la que hacéis cosas juntos. La frecuencia con la que no hacéis cosas por separado. La frecuencia con la que os veis y os dejáis ver. La frecuencia con la que os echáis de menos. La frecuencia con la que os estáis de más. La frecuencia con la que sentís. Con la que os reís. Y con la que lloráis, también. La frecuencia de vuestros planes. La frecuencia de vuestros recuerdos. La frecuencia de las benditas discusiones y de las malditas reconciliaciones. Frecuencias y más frecuencias. Frecuencia con la que os acostáis. Frecuencia con la que os abrís los ojos. O la cabeza. O el corazón. Frecuencia con la que os apartáis estando juntos y con la que os unís desde la distancia. Qué fácil se olvida uno de la frecuencia con que se hacen las cosas. Qué pronto se nos pudren y se tornan rutinas. Y qué fácil es olvidarse de que si no hay frecuencia, ni hay relación ni hay nada, pues puede que aún se sea, pero desde luego que ya no se está.
Un hábito es una frecuencia que nos gusta. Y un vicio es una frecuencia que nos hace mal. Cuántas relaciones que son hábito las mantenemos simplemente por vicio. Y cuántos vicios habituales acaban siendo un mero problema relacional.
Mi primera frecuencia en importancia fue, sigue siendo, y siempre será el error. Como le dije hace poco a alguien a quien aprecio, en esta vida encontrarás básicamente dos tipos de personas: la mala gente y los torpes. No hay punto medio, o vas a mala fe, o seguramente serás de los que se equivocan. Frecuentemente, sí. Por eso, hablar de frecuencias es hablar de distorsiones, de errores y de meteduras de pata. Dos veces en la misma piedra. Dos piedras de vez en vez.
Porque una vez es un punto, no tiene dirección en el espacio. Dos puntos, en cambio, marcan una línea recta. Y tres ya definen un plano. En cuanto existe más de un punto, ya intuimos un patrón. Una frecuencia. Y todo lo que se salga de ese tempo, es lo que acabamos llamando equivocadamente error.
Y hablando de errores. No hay mayor fallo que confundir frecuencias que se parecen mucho en apariencia, y sólo en apariencia. Por ejemplo, la frecuencia con la que se habla, que no tiene nada que ver con la frecuencia con la que se comunica. Porque hablar no es comunicarse. A que parece obvio. Pues no lo es. Uno puede hablarse todos los días y no decirse nada. Repasar la agenda como quien recita el listín telefónico y dejar congelado el sentimiento de hoy, por si lo recaliento precocinado para otro día. Hablar es sólo emitir. Comunicarse es preocuparse por que, además, te reciban. Y por supuesto, por la calidad de lo que se haya recibido. Y qué es la calidad sino la correspondencia entre lo que se estaba emitiendo y lo que se recibió.
Otro error básico muy pero que muy mío. Explicarme a mí mismo y a los míos por qué hago lo que hago y siempre del mismo modo. Distintas frecuencias, sí, pero siempre con la misma explicación. Y no. Así no funcionan las razones. Las razones son seres vivos. Mascotas emocionales que adoptamos tras cada acto llevado a cabo, y que desde el nacimiento mismo de nuestro recuerdo, se vienen a vivir con nosotros. Y las alimentamos, y maduran, y se desarrollan, y nos hacen compañía, y nos ayudan a estar mejor. Las razones son el mejor amigo del hombre y la más fiel amiga de la mujer. Un día, viendo la tele, te las miras por un momento y piensas cómo es posible que hayan crecido tanto, que ya no las reconozcas, con la poca cosa que eran cuando te las llevaste. Porque están vivas, y donde dijiste digo, dices Diego, y la verdad es que las dos suenan igual de bien y de adecuadas para el momento actual. No es que seas un puñetero incoherente, que también. Pero qué significa ser incoherente. Significa que tus razones crecieron y se fueron de casa. Y te dejaron solo otra vez. Las muy putas. Qué decepción.
Una relación es frecuencia. Cambia cualquier frecuencia y estarás cambiando la relación.
O mejor aún, cuida mucho tus frecuencias. Estarás cuidando tu relación.

Risto Mejide

21 March, 2015

  • "No intentes poner recta la sombra de un bastón torcido."

19 March, 2015

Niebla

[...] Al oír esto quedóse el pobre hombre mirándome un rato con una de esas miradas perforadoras que parecen atravesar la mira a ir más allá...

18 March, 2015

Y es que te paras un segundo y observas cómo cambian las personas cuando tomas una decisión. Y esa es la razón por la que se acaba dejando de querer, cuando incluso puedes estar empezando a hacerlo ahora. Por los cambios. Formas nuevas que no fueron las que te ayudaron a decidir, y podría evitarse, pero ya no depende de ti.
 Y es que, al fin y al cabo, cada uno toma una decisión, y nunca se sabe si es lo correcto.
 Pero bah. Qué digo. 
Podría decir tantas cosas y ahora mismo tengo tan pocas ganas que... En fin. Tomaré la decisión de desconectar, a ver a quién parece cambiarle esta.

17 March, 2015

Hoy he decidido que yo no me hago mayor. Y en cambio, empiezo a sonar como una vieja. Parezco cansada cuando en realidad me está ocurriendo todo lo contrario. Cuanto más me atizan, mejor recibo. Cuanto menos duermo, mejor me levanto. Cuanto menos bebo, antes me emborracho. Cuanto menos practico, mejor se me da. Cuanto más escribo, menos me importa que alguien me lea. Y sin embargo, sé que si intento convencerte de que estoy mejor que nunca, pensarás que estoy fatal. Así que, mejor, me callo y sonrío.

08 March, 2015

I can't escape this now unless you show me how

03 March, 2015

Que a veces vemos la gloria en los vacíos, como quien parece emparedarse en la cama tapándose hasta los miedos. Pero incluso la cama acaba agobiando tras un rato sin salir de ella, como ocurre en los vacíos, cuando quieres estar sola y parece que todos se van, y entonces te das cuenta de que no se puede vivir sin absolutamente nadie. Que los miedos, te los quitan las personas, y hay que dejar que lo hagan.

(Y gracias a quienes nunca se van, o se han pero vuelven)

01 March, 2015

"Quiero que me oigas, sin juzgarme.
Quiero que opines, sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí, sin exigirme.
Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides, sin anularme.

Quiero que me mires, sin proyectar tus cosas en mí...
Quiero que me abraces, sin asfixiarme.
Quiero que me animes, sin empujarme.
Quiero que me sostengas, sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas, sin mentiras
Quiero que te acerques, sin invadirme...
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten,que las aceptes, y que no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas que hoy, por lo menos hoy, tú puedes contar conmigo...
Sin condiciones."
Mario Benedetti.