Solo valoramos los días buenos cuando tenemos uno malo. Pero ya no es sólo uno.
Llega un día en el que te paras a pensar todo lo que ha cambiado tu vida, pensando que rl cambio no había sido para tanto. Darse cuenta de que tus amigo, los de siempre, con algunos no te hablas y otros ya no son lo que eran, aunque siguen siendo. Las amigas están, siempre están, pero de qué manera. Después de estar mucho con alguien y terminar conociendo a todos te das cuenta de que sólo hay unas personas que siempre van a estar, por encima de todo y de todos, la familia (a no ser que se tenga la suerte de tener un amigo, como mi amigo Victor) luego están las personas especiales, esas que han sido importantes en un momento clave de tu vida y empiezas a darte cuenta de que quieren alejarse de ti, y piensas que para ellos eres igual que los amigos que te desilusionan. Seré como todos los demás. Y no se por qué lo dudo; si al fin y al cabo no tengo nada de especial. Soy una persona normal y corriente.
Necesito salir de aquí. Huir. Irme a un lugar donde no haya nadie y correr y gritar, y llorar. Y desahogarme. Volver con ganas de comerme el mundo sola, sin ayuda. Pero ahora soy menos de una mitad de persona, y no tengo fuerzas ni para salir de la cama. Quizá por eso me haya centrado en leer. En meterme en otro mundo donde los problemas son de otros.
Y no sé, necesito algo que oriente, y no sé ni que clase de cosa o persona me puede sacar de este pozo al que he caído desde tan arriba, ni siquiera la familia podría, ni un mejor amigo. No creo que nadie este dispuesto a sacar trozos de algo que se siente mierda.